Diseño Humano

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Sistema de Diseño Humano

Oculto en los pliegues de nuestro ADN genético reside el código que determina el modelo natural de comportamiento con el que vamos a funcionar en la vida. Es la impronta original que las leyes de la evolución dejaron escritas en cada uno de nosotros.
Conocer y respetar esas leyes mecánicas es fundamental para poder aceptar nuestras limitaciones humanas, y para manejarlas creativamente a partir del conocimiento que tenemos de ellas.
El Diseño Humano funciona sobre la premisa de que hay una relación directa entre el instante de nuestro nacimiento y la impronta natural que queda grabada en nuestros genes. Con el uso de la informática y un sistema binario de codificación (extraído de I-Ching), los datos de nacimiento son filtrados a través del mandala zodiacal. Los números de los hexagramas correspondientes son transferidos al cuerpo gráfico del Rave, que es un mapa del funcionamiento bioquímico(genético) del organismo humano
El Cuerpo Gráfico del Rave es una representación mecánica de cómo fluye la energía vital a través del organismo ‘Cuerpomente’ de los seres humanos. Del mismo modo que todos tenemos dos ojos, dos piernas, dos riñones, un hígado, un corazón y un cerebro, etc, todos respondemos al mismo patrón genético como miembros de una misma especie que somos. Todos tenemos la misma matriz mecánica, genética, bioquímica, y todos tenemos, por lo mismo, todos los elementos - centros y canales contenidos en ese gráfico – que son constituyentes de una naturaleza que definimos como humana.
Lo que varía es la impronta de diferenciación que la vida dejó en cada uno de nosotros. Cada centro refleja un ámbito específico de la experiencia humana, y su funcionamiento varía en cada ser humano según esté definido o sin definir (ver centros) en su diseño individual. Esta matriz mecánica revela el potencial humano que nos hace a todos semejantes. Sin embargo, lo que nos hace únicos – lo que nos diferencia como individuos - no es el potencial que todos compartimos (todos somos iguales), sino las limitaciones que definen y diferencian la forma individual de cada uno (todos somos únicos).
La Definición es la llave para el análisis del Diseño Humano. Es lo que nos define como individuos haciéndonos únicos e irrepetibles. Aunque todos nacemos con la misma estructura y potencial humanos, la impronta que diferencia la forma de un individuo de todas las demás marca a una persona de principio a fin de su vida. Esa impronta es la Definición en el Diseño Humano, y nos revela el conjunto de herramientas y dones naturales con los que ha nacido un ser humano para mantenerse estable en la vida dentro de su propia forma de ser, independientemente de las lecciones que las circunstancias impongan en cada momento.
A través de la Definición accedemos a una imagen gráfica y mecánica de la dualidad más básica en la vida de cualquier ser humano. La dualidad representada entre los centros definidos (coloreados en el gráfico) y los centros sin definir (en blanco en el gráfico). Si en los centros definidos disponemos de una cierta estabilidad y autoridad innatas, en los centros sin definir ocurre justo lo contrario. Ahí no tenemos referencias internas que sean consistentes, y nos perdemos en los demás tratando de estabilizar procesos que nunca han estado ni estarán en nuestras manos. Los centros sin definir representan nuestra vulnerabilidad ante los demás y ante el entorno, y no son, en y por sí mismos, un problema. Todo depende de cómo se los encare y se le dé salida a sus procesos.
Los centros sin definir no están vacíos, ni rotos, ni estropeados. Funcionan, de hecho, a la perfección y están repletos de memorias que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra trayectoria en la vida. Su función no es hallar consistencia en su proceso, sino mantenerse abierto a filtrar y reflejar las diferentes formas que la diversidad pone a su disposición. De ahí que digamos que albergan nuestro potencial para la sabiduría. A través de la reflexión, estos centros pueden llegar a ofrecernos una perspectiva verdaderamente objetiva acerca de la realidad humana, pero lo que nunca pueden hacer es darnos una imagen fiel y consistente de nosotros mismos que nos permita tomar una decisión fiable.
La disponibilidad de los atributos de estos centros aparece inconsistentemente en nuestras vidas, dependiendo siempre de quienes están a nuestro alrededor, por lo que representan la base de nuestro aprendizaje en la vida. Los centros sin definición son los depósitos de memoria de los que se nutre el cuerpo mental de nuestro No-Ser.
La autoridad interna y natural de un individuo la encontramos siempre en aquellos centros que están definidos, cuyas referencias están ancladas en su propia naturaleza innata. Conocer tu definición equivale a saber siempre dónde te puedes apoyar en ti mismo para encontrar confianza en las decisiones que tienes que tomar en la vida.
Cada centro del Cuerpo Gráfico del Rave regula (como una glándula en el cuerpo) un ámbito de la experiencia humana. La definición de un centro revela los dones innatos de un ser humano para ese ámbito específico de la experiencia. Definido es sinónimo de constante, consistente y fiable para su portador. La falta de definición en un centro predispone a un ser humano para actuar de filtro en ese ámbito de la experiencia humana, en lugar de intentar actuar siempre como su precursor.

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Centro de la Cabeza
Inspiración, presión mental, preguntas.

Centro Ajna
Razonamiento, conceptos, teorías, respuestas, ayer y mañana.

Centro de la Garganta
Comunicación, manifestación, materialización, contacto con el mundo exterior.

Centro-G
Identidad, dirección, amor y autoestima.

Centro del Corazón
Fuerza de Voluntad, egoísmo, estatus social y material.

Centro Sacral
Energía vital, capacidad de respuesta y de entrega, sexualidad y fertilidad.

Centro del Plexo Solar
Sistema emocional y nervioso, pasiones, irracionalidad, inteligencia emocional, espíritu potencial.

Centro del Bazo
Sistema inmunitario, bienestar, valores de protección, salud, ética y moral.

Centro de la Raíz
Presión del cuerpo, estrés, adrenalina, aserción corpórea y terrenal.

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EL SISTEMA DE DISEÑO HUMANO

LA CIENCIA DE LOS PATRONES

El Sistema de Diseño Humano no es para creyentes. Es más bien para aquellos que prefieren disponer de un mapa para orientarse por sí mismos, a seguir, como un acto de fe, las palabras de otros. Es un instrumento de auto-conocimiento, que te permite ser tu propio guía en la vida, y observar cómo se levanta el velo de la dualidad ante tus ojos.
Si hay una palabra que defina este novedoso sistema, es la palabra síntesis. En su estructura incorpora aspectos esotéricos de la astrología, la cábala, el I – Ching, los Chakras, y los combina con aspectos científicos de la genética, la biología, la bio-química, la astronomía y la física cuántica. Con un lenguaje lógico e innovador, lleno de precisión y de dualismo, el Sistema de Diseño Humano sintetiza todos estos sistemas en un cuerpo de conocimiento único, al que llamamos el Cuerpo Gráfico del Rave; el animal “humano” (Ilustración 1).
La clave está en la exactitud de la correspondencia matemática que hay entre el I – Ching (64 hexagramas de 6 líneas) y nuestro código genético (64 codones de 6 aminoácidos cada uno). La superposición del I – Ching al Zodiaco tradicional de la astrología (ilustración 1), nos permite convertir información abstracta (simbólica) como sagitario, piscis, etc, en hexagramas y líneas del I – Ching, y transferir estos datos para su lectura, mecánica y dual, al gráfico de diseño individual.
Ese Cuerpo Gráfico representa la estructura de las leyes mecánicas a las que nos somete nuestra naturaleza genética, manteniendo a la vez el vínculo con el gran patrón de la vida; el ritmo de la naturaleza que impregna todo de su chispa vital. Este gráfico opera como una matriz genética, de cuyo corte salen todas las posibilidades de ser humano que existen. Es lo que llamamos cuerpomente, y de su interior emana todo el potencial humano. Debido a que todos tenemos la misma matriz mecánica, los humanos somos iguales en potencial. Lo que nos hace únicos son las limitaciones inherentes a nuestra forma; es lo innato, y por tanto, lo que no cambia en esencia, sino sólo de perspectiva a medida que crecemos y nos desarrollamos.
Esta dualidad entre los dones innatos y los potenciales adquiridos se refleja en el diseño individual de una manera gráfica y visual; centros definidos (coloreados) y centros sin definir (en blanco). Los centros definidos revelan nuestros dones naturales, a los que podemos acceder en cualquier momento de nuestras vidas, de manera fiable y consistente, porque no dependen de ninguna circunstancia externa. Es donde nos podemos reconocer a nosotros mismos como autores de nuestra vida, sin que importe dónde, cuándo ni con quién.
Los centros sin definir representan nuestro potencial, y nuestro potencial – potencial significa algo inconcluso – son todas las demás formas de ser humano que existen además de la nuestra, las cuales nos vamos encontrando al integrarnos con ellas en la diversidad de la vida. El potencial no es fiable como referencia, debido a que su desarrollo está siempre supeditado a las circunstancias externas y a quiénes las comparten con nosotros.
Aunque las variedades individuales son prácticamente infinitas, vistos en su conjunto no hay nada más que cuatro tipos de diseño, como solamente hay cuatro grupos sanguíneos. Cada uno de esos cuatro tipos tiene un funcionamiento mecánico particular, que le hace encarar la vida de un modo muy distinto a los otros tres, y de un modo muy similar a los de su mismo tipo. Se llaman el manifestador, el generador, el proyector y el reflector. Los primeros dos son tipos energéticos, los segundos son tipos materiales.
Debido a la identificación con su No-ser (su potencial adquirido y condicionado), los seres humanos viven la naturaleza innata de su ser de la peor de las maneras. Veámoslo en cada uno de los tipos:

EL MANIFESTADOR

El manifestador dispone de su energía con autonomía total. Tiene algún centro motor conectado a su garganta, y esto le permite manifestar por su cuenta y riesgo, sin ninguna necesidad real de alcanzar el consenso con los demás. Es un ser que no puede dejarse controlar por nadie. Cuando son niños, no informan ni piden permiso para hacer lo que les apetece, con el consiguiente susto para las personas responsables de ellos, los padres y allegados, que procurarán por todos los medios (castigo y represión) no volver a llevarse un susto semejante. El niño manifestador se siente injustamente tratado cuando se le niega irracionalmente el permiso para manifestar los impulsos que nacen en su interior, se siente reprimido o condenado, sin entender lo que está pasando. El círculo vicioso de la rabia tiene sus raíces en las personas de este tipo. El manifestador aprende a no pedir nada nunca más, a no confiar en nadie, y procurará de esa manera, que nadie vuelva a tener ninguna oportunidad de negarle nada. Como consecuencia de esto, los que tratan con ellos no se sienten tenidos en cuenta, y viven la autonomía del manifestador como una amenaza, oponiéndoles resistencia. Esta resistencia justificada es la causa de la rabia de todos los manifestadores.
Cada tipo encuentra en la comprensión de sus mecánicas naturales una forma natural, una estrategia vital, con la que romper el círculo vicioso del programa condicionante adquirido. Si son todavía niños, a los manifestadores hay que enseñarles a pedir permiso, y no denegárselo nunca sin razones objetivas. Si son adultos, es demasiado tarde para enseñarles a pedir permiso, y su estrategia pasa a ser la de informar antes de actuar. Informando, el manifestador elimina las resistencias de los demás, que reconocen la consideración que el manifestador muestra por ellos, y, a la vez, se ahorra los ataques inesperados de rabia porque conoce anticipadamente la postura de los demás. Ahora puede actuar con conocimiento de causa, y no persiguiendo el aplauso ni la aprobación que no recibió cuando era pequeño.


EL GENERADOR

El segundo de los tipos energéticos es el generador. Este tipo abarca el 70% de la humanidad, por lo que representa el modelo objetivo de lo que se considera “normal”. El tema de los generadores es la frustración. No se considera normal ir por la calle mostrando a todos la rabia que uno lleva en su interior, pero sí que se pasee por la calle con algún grado de frustración interna reflejado en nuestro porte. Como con el manifestador, el sentimiento de frustración está arraigado en cómo nos trataron en los primeros años de vida. El niño generador necesita ser informado de las opciones que tiene, para que responda a la que más y mejor se ajusta a su naturaleza. La respuesta del generador es sacral, ovárica y testicular, y no necesariamente articulada como la de un manifestador. Es una respuesta tonal, en forma de gruñido, aullido, gemido, bramido, etc, un sinfín de matices con los que la energía sacral (fuente de vida) asiente o disiente a cualquier propuesta concreta que reciba.
La frustración de los generadores deviene de que, en lugar de preguntarles o proponerles, desde pequeños han sido comandados por otros a ser “como hay que ser”, “normales”, con lo que empiezan pronto la persecución del ideal humano, poniendo el listón siempre un poco por encima de sus posibilidades reales en el momento presente. Ese insano afán de superación se convierte en un constante atropello de uno mismo, que lleva a los generadores a vivir en el estricto cumplimiento del deber.....con los demás, con el mundo, robándoles la oportunidad de darse de bruces con su verdadera responsabilidad; la habilidad de responder a todo que les trae la vida desde su autoridad interna.
La estrategia vital para que un generador pueda romper la esclavitud del círculo vicioso de la frustración es renunciar a perseguir ningún tipo de objetivos, por ideales o seductores que estos parezcan, y dedicarse a ver venir las oportunidades concretas que la vida tiene para ellos. Desde esa receptividad, los generadores tienen la oportunidad de ver las cosas por lo que son, y de responder naturalmente a ellas. Cuando un generador se compromete con algo desde su Centro Sacral (Ovarios y Testículos), ningún obstáculo puede impedir su avance, ni habrá adversidad que le pueda frustrar como para siquiera pensar en tirar la toalla. Su avance es lento e inexorable, como la vida misma. Todos los generadores llevan dentro la semilla de la vida, y nadie debería imponerles nunca el mejor lugar para implantarla, ya que esa es precisamente su especialidad. El generador cuyas condiciones son respetadas es un ser fértil y beneficioso para todo su entorno. Su don innato para perseverar ante la adversidad le convierte en maestro y especialista de su experiencia personal en la vida.
Los tipos no-energéticos o materiales tienen el problema opuesto a los otros dos. Los primeros acaban siendo víctimas de su poder personal, cuando no saben usarlo apropiadamente. El problema del proyector y del reflector no es nunca el poder que tienen, sino el poder del que carecen. En la dualidad de las cosas, les llamamos dependientes, pero ellos conocen mejor que nadie que, en realidad, lo único real es la interdependencia entre todos los seres. A través de estos dos tipos, la especie humana ha llegado a disponer de individuos en los que la inteligencia domina sobre la fuerza y no al revés.


EL PROYECTOR

Emocionalmente, el proyector no se enfada ni se frustra, su tema es la amargura y el resentimiento, debido a la falta de reconocimiento con la que ha sido tratado, y al sentimiento de víctima con el que se sumerge en el círculo vicioso de un insano afán de ser reconocido por otros. El niño proyector nace con menos autonomía aún que el generador. Necesita atención constante y que le muestren y le inviten a las dulzuras del mundo y de la vida. Es, desde niño, un ser delicado e inteligente, consciente de su fragilidad en la interacción y de la necesidad de armonía con su entorno. Por preservar esa armonía y seguridad que recibe de su entorno social, el proyector construye a su alrededor un tejido social que determina su manera de funcionar en el mundo. Como busca constancia, esa seguridad y “armonía” se torna en un resentimiento que le amarga la sangre, cada vez que alguien sobreentiende o ignora sus atributos naturales, y se siente “obligado” a responder a las demandas de ese entorno.
La amargura de los proyectores no se debe a que no les reconozcan, sino a que les reconozcan por lo que no son atributos naturales suyos, similar a la amargura del dueño de una ferretería en la que la gente solamente entra para preguntar por artículos de otro tipo de comercios.
Para que un proyector no se equivoque a la hora de seleccionar el tejido social que va a configurar su entorno, su estrategia vital es esperar a sentirse formalmente invitado. Es decir, que todo lo nuevo le tiene que llegar de la mano de otros como una invitación formal. Si es una invitación genuina, el proyector siempre se puede sentir libre de aceptarla o declinarla, en función de que en ella se sienta reconocido por lo que es. En un entorno en el que sus atributos naturales son reconocidos, los proyectores dan lo mejor de sí mismos cohesionando y coordinando ese tejido social, optimizando como observador especializado el despliegue de la fuerza de los manifestadores y generadores.
La estrategia vital para que el proyector pueda romper el círculo vicioso del resentimiento y la amargura pasa por esperar a sentirse invitado (nunca obligado) ante cualquier decisión que necesite tomar. La selección de su profesión, de sus relaciones amorosas, de su lugar de residencia, ha de ser fruto de la respuesta a alguna invitación cursada por quienes reconocen en el proyector sus verdaderos atributos naturales.


EL REFLECTOR

El reflector es el más astrológico de los tipos, ya que es el más abierto de los cuatro a todas las influencias que provengan del exterior. Los reflectores no tienen ningún centro definido en sus diseños, y por tanto, la adaptabilidad y la ambigüedad ante el mundo exterior son dos de sus características más obvias. El tema emocional que siempre remite en sus vidas es la desilusión con todo. Cuando nacieron estaban abiertos a todo, y todo provocaba en ellos el mismo asombro y excitación. A medida que crecieron, el todo se fue dividiendo en más y más partes. El reflector encarna la identidad de nuestras comunidades, siendo el más fiel reflejo de ellas que podamos tener. Lo que no funciona satisfactoriamente en el “nosotros” que forman con la gente que comparte sus vidas, se refleja nítidamente en la vida de los reflectores.
Los tipos no-energéticos necesitan y buscan estabilidad en su entorno social, por lo que las decisiones más importantes que toman en su vida giran en torno a la selección de sus compañeros de viaje. Nadie percibe con tanta nitidez la naturaleza de lo que hay a su alrededor como un reflector. El único requisito para que su claridad sea objetiva, es que madure sus decisiones el tiempo suficiente como para filtrarlas en todos los niveles de su vida. El ciclo lunar de 28 días se repite 13 veces al año con una secuencia fija, convirtiéndose en el referente más sólido del que dispone un reflector para tomar decisiones que respeten la integridad de su individualidad. El libro de las Efemérides Gráficas del Rave sirve de calendario preciso para que el reflector se ubique en cada fase de su ciclo mensual.